Como escapar en lockdown
Soy amante de estar en mi casa y disfrutar mi cama, levantarme, ver y saludar a las personas que quiero, de quedarme todo el día viendo películas y leyendo libros, gritando y bailando mi canción favorita de la radio/ Spotify/ YouTube o la USB aleatoria que cree con mis papás hace años. Sin embargo, cuando mi cuerpo, mi mente, mis sentidos quieren salir de su zona de confort, quieren tener una aventura, quieren vivir lo desconocido, soy la primera agendando vuelos baratos, sin destino especifico (porque esa es la mejor manera para empezar a viajar con menos presupuesto).
Retomando lo de mi zona de confort, siempre he tenido la necesidad de huir por un tiempo, de alejarme de todo lo que conozco, por eso, así como en 2017 decidí hacer una movilidad estudiantil a México por 6 meses, en 2019 decidí hacer un exchange para estudiar en Seattle, USA. Al parecer, cada día me gusta irme a lugares mas recónditos.
A pesar de lograr mi distanciamiento, es normal que extrañe a mis papás, mi abuela, mi familia, mis amigos, la deliciosa comida colombiana, las buenas fiestas, las frutas y vegetales sin alteraciones, el caos capitalino y las personas con una vibra gigante. 2020 sería ese año donde seguiría viajando por USA, pero también la primera aventura de mis papás en un país con una lengua que ellos no saben y mi regreso a aquellas tierras donde nací.
Recuerdo estar en Boston cuando la noticia de un virus que se estaba expandiendo rápidamente llegó a mis ojos. El primer infectado en USA fue una persona que regreso de China. El primer infectado estaba en mi Estado. Me preocupé. Nadie conocía la magnitud y el mundo no sabía lo que se venia cuesta arriba.
A inicios de marzo el pánico empezó a aumentar. Las universidades, colegios y escuelas empezaron a cancelar las clases, semanas después las personas -que podían- empezaron a trabajar desde casa y uno por uno, los planes que TODOS teníamos se fueron... aplazando (no voy a decir cancelar, porque realmente espero que cuando el virus se "controle", todos podamos continuar con nuestros planes).
Así que, si todos queríamos que esté año nos sorprendiera, lo ha logrado hacer sin parar un solo momento. Porque, como si la noticia de un terrible virus que se estaba expandiendo rápidamente a nivel mundial y como si cambiar nuestra rutina no hubiese sido suficiente, llegó el lockdown. Cada país pidió a sus habitantes que se quedaran encerrados en casa para evitar el contagio del virus. Entonces, planes cancelados, rutina de vida cancelada, socialización cancelada, todos en casa, un virus afuera enfermando a la humanidad, soledad, pánico, desespero, tristeza...
A lo anterior, podemos sumarle los problemas económicos, sociales y políticos. El montón de noticias sobre hospitales colapsados, sobre desigualdad, sobre un lockdown para la gente que se gana la vida día a día, sobre la poca empatía de las personas, sobre el individualismo, sobre la prevalencia de la economía antes que la vida y la cereza del pastel serían los volcanes, temblores y posibles tormentas.
Después vimos tendencias sobre el aumento del uso de las redes sociales (que si no las saben manejar, te aplastan), la descarga de aplicaciones de citas, las videollamadas, la pelea de los gobiernos por encontrar la mejor respuesta ante la pandemia y entre todos estos temas que han afectado nuestra sociedad, estaba yo, pensando también como individuo.
¿Qué haría si lo único que me animaba era crear planes, armar mis maletas e irme a vivir algo nuevo? ¿Qué iba a hacer si lo ideal era no salir de casa? ¿No exponerme? ¿No exponer a las personas que me rodean o con las que tengo contacto? ¿Cómo puedo jugar con mi mente para que la soledad y la monotonía no me debilite? El cerebro de todos se ha estado debatiendo en miles de preguntas, muchas sin respuestas ante la incertidumbre en la que nos encontramos, lo sé porque "The NY Times" tiene un especial sobre lo que sienten y viven personas, al rededor de USA en esta cuarentena. Es un colapso emocional.
En mi caso, me he sentido asustada al salir y hacer mis compras, he odiado a la gente que sigue saliendo como si ellos fueran los únicos en el planeta, mis hábitos de sueño han variado, me despierto dos o tres veces durante la noche, mi ropa se limita a ser deportiva y a no usar zapatos, en donde vivo hemos limitado el habla porque no pasa nada nuevo. Sin embargo, mi día a día tiene un intento de rutina para no sentirme tan perdida: Ejercicio, lectura, talleres de la universidad, aprender alemán y mejorar mi inglés, una u otra película, varias horas saltando de red social en red social y así hasta que un día me levanto y digo "no, no quiero hacer nada". Intento valorar que tengo más tiempo para mí, que puedo hacer otras cosas que me gustan, pero la vida parece ser una foto que miras muchas veces y entre más la analizas, más te disgusta.
Creo que nunca antes había sentido con tanta intensidad que somos seres sociales por naturaleza, que necesitamos atención, que necesitamos oír a alguien y también a alguien que nos escuche, que a veces nos sentimos llenos de felicidad cuando nos abrazan o nos sonríen, que la emoción de las cosas materiales se desvanece, pero que nunca olvidamos cuando alguien nos dice cuánto nos aprecia.
He vivido en tres países, en todos me he maravillado, me he enamorado, he conocido gente que ha marcado mi vida, he comido, he reído y me he sentido viva. Ahora estoy viviendo en cuarentena, sin entender cómo pasó, mucho menos cuando pasará y sin poder abrazar a mis padres y sentir que todo estará bien, porque lo estará ¿no?
Retomando lo de mi zona de confort, siempre he tenido la necesidad de huir por un tiempo, de alejarme de todo lo que conozco, por eso, así como en 2017 decidí hacer una movilidad estudiantil a México por 6 meses, en 2019 decidí hacer un exchange para estudiar en Seattle, USA. Al parecer, cada día me gusta irme a lugares mas recónditos.
A pesar de lograr mi distanciamiento, es normal que extrañe a mis papás, mi abuela, mi familia, mis amigos, la deliciosa comida colombiana, las buenas fiestas, las frutas y vegetales sin alteraciones, el caos capitalino y las personas con una vibra gigante. 2020 sería ese año donde seguiría viajando por USA, pero también la primera aventura de mis papás en un país con una lengua que ellos no saben y mi regreso a aquellas tierras donde nací.
Recuerdo estar en Boston cuando la noticia de un virus que se estaba expandiendo rápidamente llegó a mis ojos. El primer infectado en USA fue una persona que regreso de China. El primer infectado estaba en mi Estado. Me preocupé. Nadie conocía la magnitud y el mundo no sabía lo que se venia cuesta arriba.
A inicios de marzo el pánico empezó a aumentar. Las universidades, colegios y escuelas empezaron a cancelar las clases, semanas después las personas -que podían- empezaron a trabajar desde casa y uno por uno, los planes que TODOS teníamos se fueron... aplazando (no voy a decir cancelar, porque realmente espero que cuando el virus se "controle", todos podamos continuar con nuestros planes).
Así que, si todos queríamos que esté año nos sorprendiera, lo ha logrado hacer sin parar un solo momento. Porque, como si la noticia de un terrible virus que se estaba expandiendo rápidamente a nivel mundial y como si cambiar nuestra rutina no hubiese sido suficiente, llegó el lockdown. Cada país pidió a sus habitantes que se quedaran encerrados en casa para evitar el contagio del virus. Entonces, planes cancelados, rutina de vida cancelada, socialización cancelada, todos en casa, un virus afuera enfermando a la humanidad, soledad, pánico, desespero, tristeza...
A lo anterior, podemos sumarle los problemas económicos, sociales y políticos. El montón de noticias sobre hospitales colapsados, sobre desigualdad, sobre un lockdown para la gente que se gana la vida día a día, sobre la poca empatía de las personas, sobre el individualismo, sobre la prevalencia de la economía antes que la vida y la cereza del pastel serían los volcanes, temblores y posibles tormentas.
Después vimos tendencias sobre el aumento del uso de las redes sociales (que si no las saben manejar, te aplastan), la descarga de aplicaciones de citas, las videollamadas, la pelea de los gobiernos por encontrar la mejor respuesta ante la pandemia y entre todos estos temas que han afectado nuestra sociedad, estaba yo, pensando también como individuo.
¿Qué haría si lo único que me animaba era crear planes, armar mis maletas e irme a vivir algo nuevo? ¿Qué iba a hacer si lo ideal era no salir de casa? ¿No exponerme? ¿No exponer a las personas que me rodean o con las que tengo contacto? ¿Cómo puedo jugar con mi mente para que la soledad y la monotonía no me debilite? El cerebro de todos se ha estado debatiendo en miles de preguntas, muchas sin respuestas ante la incertidumbre en la que nos encontramos, lo sé porque "The NY Times" tiene un especial sobre lo que sienten y viven personas, al rededor de USA en esta cuarentena. Es un colapso emocional.
En mi caso, me he sentido asustada al salir y hacer mis compras, he odiado a la gente que sigue saliendo como si ellos fueran los únicos en el planeta, mis hábitos de sueño han variado, me despierto dos o tres veces durante la noche, mi ropa se limita a ser deportiva y a no usar zapatos, en donde vivo hemos limitado el habla porque no pasa nada nuevo. Sin embargo, mi día a día tiene un intento de rutina para no sentirme tan perdida: Ejercicio, lectura, talleres de la universidad, aprender alemán y mejorar mi inglés, una u otra película, varias horas saltando de red social en red social y así hasta que un día me levanto y digo "no, no quiero hacer nada". Intento valorar que tengo más tiempo para mí, que puedo hacer otras cosas que me gustan, pero la vida parece ser una foto que miras muchas veces y entre más la analizas, más te disgusta.
Creo que nunca antes había sentido con tanta intensidad que somos seres sociales por naturaleza, que necesitamos atención, que necesitamos oír a alguien y también a alguien que nos escuche, que a veces nos sentimos llenos de felicidad cuando nos abrazan o nos sonríen, que la emoción de las cosas materiales se desvanece, pero que nunca olvidamos cuando alguien nos dice cuánto nos aprecia.
He vivido en tres países, en todos me he maravillado, me he enamorado, he conocido gente que ha marcado mi vida, he comido, he reído y me he sentido viva. Ahora estoy viviendo en cuarentena, sin entender cómo pasó, mucho menos cuando pasará y sin poder abrazar a mis padres y sentir que todo estará bien, porque lo estará ¿no?
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